febrero 19, 2010

3. NO SE PUEDE COMPLACER A TODO EL MUNDO, ¿NO?

Ni tampoco es que sea el trabajo de uno, eso es un hecho. Porque con vivir por su cuenta uno tiene más que suficiente.

Pero siempre nace, ¿no?
Es rico satisfacer expectativas. Es bueno mirarse de cuando en cuando en el espejo de los otros y ver una sonrisa cuando hablan de nosotros y de los lindos, buenos, amables, cariñosos, correctos y decididos, valientes, honestos y rectos que somos.
La adjetivación positiva resulta ser la droga perfecta para cualquier persona.

Pero a la larga, pues uno se vuelve prisionero de las buenas lenguas, que son triplemente viperinas a la hora de recoger del suelo la mínima pelusa, el error risible, el tropiezo inocente.
Ay de tí, reputación amable, si caes del pedestal de la fama. Como para sentirse protagonista de un viejo cuento de J.J. Arreola.

Confieso haber vivido mucho tiempo pendiente de los demás. Ni siquiera buscando su aprobación.
Confieso haberme parametrado en nombre del bien público, dejando de lado todo el tiempo mi propio bien.
Confieso haber sido esclavo de mi mismo, en el afán ser ser simpático a nivel global: el héroe de las abuelas, y las tías pitucas; paladín de niños juguetones, defensor de las señoras en los buses, escudero de enfermos y cansados.
Tonto de capirote.
Resulta que la más cristiana de las costumbres resulta ser el más cansado y torpe de los oficios.
Hacer el bien esta muy bueno, y recompensan las sonrisas y las palmaditas en el hombro... pero sin llegar a lo tóxico, creo, estaría mucho mejor.

No se puede complacer a todo el mundo.
No puedes hacer felices a todas las personas, mientras olvidas a la más importante de todas: el que se peina con tu peine todas las mañanas.
No resulta dejarse por amor, por honor, por afecto, por cercanía, porque es lo justo, porque toca, porque tienes que hacerlo, porque así te educaron, porque tuviste suerte y debes retornarla.
No es bueno complacer a la gente en automático.

Y aunque es liberador dejar de pensar no en el "que dirán" si no en tu propia necesidad de satisfacer sin motivo alguno, eso no es justificación tampoco para volverse un patán, ¿no?
No sea que uno termine por convertirse en un insufrible y mimado esperpento que espera todo de todo el mundo. O sea, exactamente lo inverso a lo que fuiste.

Dejaré un poco de piel en adelante, porque no existe tal cosa como el crecer sin un poco de gasto. Pediré mi propia cuota, es un hecho: no haré nada más gratuitamente en lo que sigue.
Pero si aparece una viejita en una esquina -y es completamente metafórico- no me culpen si la llevo al otro lado. 
Y es que realmente no cuesta nada. Y devuelve ciento por uno.
No en el cielo.
Dentro de uno mismo.

1 comentario:

  1. Me gusta mucho lo que escribiste. Tenés razón en eso de buscar el equilibrio, yo siempre me esforcé demasiado por complacer a todo el mundo y a veces tengo ganas de mandar a todo el mundo al demonio, lo que sería pasar al extremo contrario. Deberé luchar para buscar un punto medio...

    ResponderEliminar