enero 03, 2010

2. HAY COSAS QUE TE PASAN, OTRAS QUE DEJAS PASAR...

... y otras que simplemente se irán, dejándote un sabor extraño en la boca.


Esto de que el tiempo pase por uno tiene sus cosas. En algunos casos el mismo hecho de ver como sucede -porque sería muy pretencioso decir que lo dejas pasar, como si pudieras detenerlo con actitud o cosmética.
En otros, la forma en que lo que va pasándole a uno cambia, evoluciona y se complica con el tiempo. Y si, a veces se hace más sencillo, pero no en la mayoría.


Con el tiempo, bendito tiempo, uno se vuelve más permeable a los desastres o alegrías que vienen. Cada quien tiene, por supuesto, el derecho a decidir qué encaja en cual categoría. Para algunos el divorcio largo tiempo postergado resulta un acto de maldad, para otros un alivio mutuo. Otros esperan un largo tiempo para disculparse por los errores del pasado, otros no pueden soportar no hacerlo inmediatamente, a veces con resultados catastróficos.


¿Será esa la complicación de la vida de la que tanto se habla?
Siempre se oye decir que la vida no es nada sencilla. Vamos, creo que resulta obvio que no lo es; basta llegar a los quince -es referencial, quiero decir adolescencia- y ver como el mundo se nos desmorona por primera vez, con un gran torbellino de cambios inesperados.
¡Ojalá los cambios se detuvieran! Me hubiera gustado encontrar un remanso de paz en algún lugar tranquilo, en algún tiempo más calmado.
Creo que tuve remansos de paz. Algunos tiempos en los que las cosas simplemente fueron como eran. Ojo, no como debían ser. Fueron lo que fueron, y me hicieron muy feliz, así, sencillitas y sin más adornos.


Ahora la agitación es más bien una constante. Digo, me parece que vivo la resaca de algunas malas decisiones -eso sí, siempre mías, no vaya a decirse que echo la culpa a quienquiera desee tomarla. E incluso estas cosas van a irse, lo sé. Sip, han demorado mucho en irse, pero seguramente lo harán.


Esas, creo, son las cosas que le pasan a uno. Las que te pasan.


Están, claro, las que dejas pasar.
Categoría complicada, y ambivalente.


Las que ves como suceden delante de ti, sin que puedas hacer nada; y aquellas que hubieran pasado de manera diferente, si así lo hubieras querido. De esas esta llena la vida.
Me quejo, es costumbre, para mis fueros, de todas la cosas que no sucedieron. Si hubiera hecho aquello, si hubiera tomado aquella decisión, si hubiera gastado más sabiamente, si hubiera...


Si no hubiera hecho aquello -yo sabré qué- mi vida tendría un rumbo muy, pero muy distinto.
Si hubiera tolerado eso, pues ahora estaría a mi lado viéndome escribir este post.
Si no hubiese aprendido a quererme de esta manera, aún estaría justo ahí. Aquí.


Y es justo como se leen esas líneas. Tonto, ¡y muy tonto!
Tal vez la mejor herencia de los 34 anteriores sea haber aprendido, al fin, aunque a veces pese, que las decisiones tomadas lo fueron; son irreductibles, ya está, no hay marcha atrás.


Y entonces resulta que todas las cosas, las buenas, las malas, las que quise y no quise, están juntas todas en el mismo trozo de madera que se va corriente abajo.
Lejos, se van. Y no vuelven porque no las quiero más.


1 comentario:

  1. Creo que tienes que INICIAR con tus aventuras ya!!! aquellas que se realizan a la mitad de la vida! cuáles? tú lo decides no? sacale el jugo hehehe.

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