... Pero necesito explicar a mis queridos amigos, los que me siguen, como es que van las cosas, y por qué no he actualizado mi torta de manzanas partidas en casi dos semanas.
Siento que un análisis, o perorata tonta acerca de la vida como uno la ha vivido, y las esperanzas que encierran los años siguentes, requiere de cierta calma, una que normalmente tengo por toneladas. En ese ambiente bienlechero empecé a dar vueltas a la idea de componer una historia -mi historia- sin necesidad de convertir el cuento en un diario personal, que es una opción validísima en la blogósfera, pero no la mía.
(Dicen que de buenas intenciones está asfaltado el ancho y espectacular camino a la cueva de Satán, pero esa es otra historia. De hecho esa intención es la que finalmente me dejará dentro de 37 semanas en la mitad de la vida.)
Sin embargo, no siempre se obtiene lo que se quiere, y esta vez no obtuve mucha calma. Así que me ha tocado atravesar una particular tormenta, que yo creía muy postergada para el futuro, o imposible hace unos meses. Tocó tierra durante las últimas semanas y ahora empieza a irse. Y de la manera más inconcecible, igual, hace unos meses.
Me debo y les debo una disculpa, amigos.
Por juzgarme contra un espejo deforme.
Por hacer caso a una voz pálida que no merece los años y las cosas que han pasado en mi vida.
Por tener un par de semanas débiles, sin sentido.
Ahora, he podido ver desnudas ciertas cosas que intuí en algún momento de desesperación y cólera. Y de no tienen que ver con edades, extracciones sociales o ciertas cosas superfluas.
Es cosa de vida.
Y hay gente que ha vivido dentro de burbujas que alejan el daño, o lo concentran; esas personas necesitan una brutal dosis de realidad para darse cuenta que todo es más simple que las ensoñaciones en las que habitan.
Una purga de ensoñaciones no es mala. Soñar tampoco lo es, pero se requiere distinguir la bruma de los sueños del camino de la realidad.
Espero estar justo en ese proceso.
Fin del diario personal. Ahora a lo nuestro.
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