Faltan dos días para que comience el doceavo mes del año 34.
Y no he podido cumplir la disciplina que esperaba imponerme. Y no parecía tan difícil, si nos ponemos a contar. Un post por semana durante treinta y cinco semanas. No debió ser tan complejo.
Sin embargo, ahi lo tienes. El blog abandonado hace tanto que avengüenza. Y la disciplina si sirve... en otros rumbos digitales.
Aún tengo tiempo, sin embargo:
Tengo treinta dias por delante, antes del dia de la mitad de la vida. Y creo que puedo encontrar la manera de aprovecharlos para cumplir una meta personal, y para sacar el millón de cosas que me quedan por decir para todos los que las quieran leer.
Mientras tanto, una pequeña impresión de las fiestas Julias que terminan hoy. Y luego de un tiempo, pues están en rojo en mi calendario. No he tenido nada que hacer, sino sentarme a pensar en muchas cosas -este blog, entre ellas- que no se van a resolver solas, y que seguramente me traerán algunas complicaciones en adelante. ¿Qué es la vida sin complicaciones, sin embargo? Aburrida, asi la veo, y aunque no las quise, pues habrá que hallar la manera de hacer el miedo a un lado, y resolverlas.
Por el rojo conté que regresé a mi partido, mi querido partido. Y aunque tenemos muchas cosas en común, vivimos el sueño de la peruanidad muy a la manera de cada uno -que parece ser la manera peruana. Y ese es un sueño difícil, más aún cuando uno es arequipeño.
Y no vengamos con las cosas del regional-chauvinismo, ni la pose revoltosa. Seamos honestos, hijos del Misti,: en Arequipa las fiestas patrias son granates, y las celebramos en Agosto. Así fuimos enseñados por nuestros padres, así vemos el ambiente de la ciudad, tal vez la única en el Perú donde los 28 de Julio son desérticos y silenciosos, mientras el 14 de Agosto en la noche miles, decenas y cientos de miles salimos a las calles, a la Feria, al Jardín, a la terraza del depa del amigo en cualquier parte, a recordarnos que al morir queremos que nos entierren bajo el Misti, y que de nos, enamorados hijos del sillar, "unas flores creceráaaan".
Y que siempre vendrán juventudes que renueven laureles.
De ayer.
Amo Arequpa. Su clima perdido, su lluvia que ya no cae, su viejo sol gentil y amable que ya no está. La amaré siempre y nunca dejará mi corazón.
Pero descubrí que soy peruano. Lo hice hace años, pero un par de cosas me hicieron recordarlo ayer y hoy.
AYER: Caminé cerca a mi casa, buscando comida -muriendo de hambre, o más bien, sucumbiendo a un ansioso deseo de comer- y quise probar lo que pasa en Arequipa si saludas con feliz 28. La verdad es que fue un solo de comedidos "igualmente" sin fibra ni real significado. Decepción. Chauvinismo regional: 1 - Peruanidad: 0.
HOY: Fui a comer mi cebiche de 4 soles, cerca a mi casa. Y sin darme cuenta, mientras me sentaba a ver como lo ensamblan, fui gentilmente atacado por esposo de mi caserita del cebice, que con un borgoñita en vaso de plástico se puso patriótico al son de un "¡Feliz 28!" que se sintió bien honesto, y vivificante.
Hace unos días, no muchos, conversé caminando con una querida amiga, a quien comprendí indiferente a todo lo que tuviera que ver con política. Yo buscaba un argumento para invitarla a militar. Y seguramente aparecerá alguno más por ahí la siguiente vez. Entretanto, no importó mucho: ella me mostró que hasta desde la más absoluta decepción con las formas, es posible creer que se puede hacer algo para cambiar la realidad.
Y si quien poco cree en muchas cosas puede sentirse dispuesto a buscar soluciones para su ciudad, ¿puedo yo, chauvinista arequipeño, querer a este país ingrato y complejo, que mal paga y a todos disgusta?
Si, si se puede.
Viva el Perú, y no solo en las fiestas Julias.